martes, 1 de septiembre de 2020

Día 165 166: tema composición: mi tía

Hoy quiero hablar de mi tía.
No hay un por qué, no es su cumpleaños, no ha partido,
no ha sido noticia por nada especial estos días.
Pero quiero hablar de ella.
De lo que es una infancia con tía.
Una adultez con tía.

Una tía que me hizo conocer a María Elena Walsh,
a Edgar Allan Poe,
los cuentos de vampiros,
el exquisito perfume de las rosas.

Una tía que me hacía sanguchitos al volver del colegio,
que me llevaba a tomar la merienda a las casas donde trabajaba.
Una tía que siempre me habló de libros, sapos, césped
con la misma pasión que pone al cocinar el mondongo.

La tía lobizona, como sospechábamos con mi amiga,
la de los ojos vidriosos, punzantes como espinas,
la que, seguro, sabe más de lo cuenta.

Con ella descubrí un mundo a lo Silvina Ocampo
sin haber leído a Silvina Ocampo.
Con ella descubrí que un jardín puede ser un castillo secreto
donde habitan más voces que silencios.
Que un colibrí te busca cuando tiene sed
y te llama cuando se inunda de abejas el bebedero.

Una tía que te habla de fanstasmas con la misma certeza
que te cuenta una noticia escuchada en la radio.

La que me sigue mimando con comidas deliciosas de tía
que sabe que hay un mundo de infancias que se continúa
siempre con el mundo adulterado de la adultez.
La que sigue comentándome las historias de los libros
con la misma avidez de aquella niña que leía bajo la cama.

La que sabe más que muchos y la que nadie tiene más que yo.

Además,
su nombre es de garganta golosa untada con pétalos:
Gladys.